La Palabra
Camino de Jerusalén, Jesús recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: ---Señor, ¿son pocos los que se salvan? Les contestó: ---Pelead para entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos intentarán y no podrán. Apenas se levante el amo de casa y cierre la puerta, os pondréis por fuera a golpear la puerta diciendo: Señor, ábrenos. Él os contestará: No sé de dónde sois. Entonces diréis: Contigo comidos y bebimos, en nuestras calles enseñaste. Él responderá: Os digo que no sé de dónde sois. Apartaos de mí, malhechores. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reinado de Dios, mientras vosotros sois expulsados. Vendrán de oriente y occidente, del norte y el sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad, hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.
(Lc 13, 22, 30)
Mira que estoy a la puerta
La historia nos dice que hubo un famoso pintor de una ciudad que invitó a las autoridades, periodistas, fotógrafos y mucha gente para hacer la presentación de un cuadro que había ter-minado. Llegado el momento, se retiró el paño que cubría el cuadro. Hubo grandes aplausos y gestos de admiración.
Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta parecía querer oír si dentro de la casa alguien le respondía.
Todos alababan aquella preciosa obra de arte. Un señor muy curioso apreció un fallo en el cuadro. La puerta no tenía ce-rradura. Y preguntó al artista:
“¡La puerta no tiene cerradura! ¿Qué hacer para abrirla?”
El pintor tomó una Biblia y pidió a aquel señor que leyera…Las pala-bras del Libro Sagrado decían así:
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno me escucha y abre, yo entraré”
-Así es- respondió el pintor.- Ésta es la puerta del corazón. Sólo se abre por dentro”
Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta parecía querer oír si dentro de la casa alguien le respondía.
Todos alababan aquella preciosa obra de arte. Un señor muy curioso apreció un fallo en el cuadro. La puerta no tenía ce-rradura. Y preguntó al artista:
“¡La puerta no tiene cerradura! ¿Qué hacer para abrirla?”
El pintor tomó una Biblia y pidió a aquel señor que leyera…Las pala-bras del Libro Sagrado decían así:
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno me escucha y abre, yo entraré”
-Así es- respondió el pintor.- Ésta es la puerta del corazón. Sólo se abre por dentro”